Graciela Lizarraga, bibliotecaria en CABA, trabaja en dos bibliotecas. Su testimonio refleja las dificultades económicas que enfrenta, con un sueldo bibliotecario que no alcanza. Aboga por políticas educativas efectivas y la inversión en bibliotecas, subrayando su valor como centros democráticos esenciales para la formación de ciudadanos y ciudadanas y la promoción de la igualdad de derechos.

Soy Graciela, de CABA. Trabajo en dos bibliotecas, una especializada en educación y la otra biblioteca es escolar del área primaria en el barrio Parque de los Patricios. Nos encuentran en las redes como Biblioteca Bernasconi. Los estudiantes que asisten a la biblio son del barrio y del conurbano.
Mi vida actual se complicó económicamente, no me alcanza el sueldo docente, llegar a fin de mes requiere de mucho esfuerzo de todo el grupo familiar. Tuvimos que organizarnos, reunirnos, decidir qué cosas sí y que no. Incluso suspender salidas, teatro, cine, restaurant, etc.
Tengo dos hijos adolescentes, soy madre sostén de hogar y actualmente me está costando mucho sostener lo económico y lo afectivo. El aumento del colectivo, el subte, comprar los útiles escolares para mis hijos y las herramientas básicas que necesita un bibliotecario para trabajar es de un costo muy elevado. A veces no logro llegar a comprar los materiales que me gustarían tener como bibliotecaria.
En lo profesional tengo que ingeniarme cómo conseguir artículos de librería y de limpieza para la biblioteca y elementos para reparar un libro o documentos históricos. En lo económico la cooperadora de la escuela tiene un rol importantísimo, pero no alcanza para sostener y mantener una buena calidad educativa para todos los sectores de la escuela incluida la biblioteca. Estamos realizando ferias del plato, recibiendo donaciones de resmas de hojas, cuadernos, etiquetas para libros, etc.
Sostener la sonrisa, la alegría en una escuela hoy, es todo un desafío para todo el personal docente. Sin amor, sin sonrisa, sin abrazo, con precarización laboral es muy difícil enseñar. Para que el arte de enseñar suceda se necesita tener las herramientas básicas para trabajar, se necesitan políticas educativas con voluntad, cosa que parece escasear.
Deseo que las bibliotecas como centros documentales democráticos físicos y digitales, a los que pueden acceder todos, permanezcan abiertas. Que sean sustentadas, actualizadas, y pensadas no como un gasto sino una inversión que contribuye a la formación de usuarios, de nuestros ciudadanos.
Disfrutar de los mismos derechos es la mejor manera de promover una vida libre de desigualdad, discriminación y violencia para las niñas, niños y adolescentes de América Latina.