El Sindicato de Trabajadorxs Bibliotecarixs de Argentina (SiTBA) presenta el análisis de la afiliada Prof. Gabriela Beatriz Rodríguez, integrante de nuestra Comisión Directiva, sobre las Escuelas Alfa, un programa de la Dirección General de Cultura y Educación (DGCyE) que busca fortalecer la alfabetización y las trayectorias educativas.
En algunos distritos, “Escuelas Alfa” se utiliza como denominación simbólica o identificatoria para proyectos piloto o escuelas de referencia, donde se prueban innovaciones antes de extenderlas a otras instituciones. En otros casos, Alfa se asocia directamente a la alfabetización, priorizando la enseñanza de la lectura y la escritura, y estrategias de intensificación educativa, como establece la Comunicación Conjunta N.º 2/2024.
Además, el concepto tiene un sentido simbólico: representa escuelas que inician cambios, proponen miradas inclusivas y comunitarias, y buscan reinventarse pedagógicamente, tal como señala Emilio Tenti Fanfani: la escuela contemporánea enfrenta el desafío de ser un espacio de igualdad y sentido colectivo.
El rol del bibliotecario: identidad profesional, normativa y prácticas
En muchas instituciones, se observa un uso inadecuado del rol del bibliotecario, asignándole tareas que exceden sus competencias. El bibliotecario no dicta clases ni reemplaza al docente, sino que actúa como mediador cultural y pedagógico, acompañando los procesos de lectura, escritura, oralidad y alfabetización informacional. Su intervención es transversal y complementaria: apoya, amplía y refuerza los aprendizajes, promoviendo el pensamiento crítico y el acceso democrático al conocimiento.
Funciones del bibliotecario en este programa:
- Articular proyectos institucionales y programas provinciales y nacionales.
- Crear espacios de lectura guiada y autónoma.
- Facilitar la circulación de textos y materiales adecuados a los niveles lectores.
- Favorecer la vinculación escuela-comunidad mediante ferias, talleres y actividades culturales.
- Participar en la planificación institucional, proponiendo actividades de promoción de la lectura y alfabetización.
Lo que NO corresponde:
- Enseñar contenidos curriculares (Matemática, Ciencias, Lengua, etc.).
- Evaluar o calificar aprendizajes áulicos.
- Reemplazar al docente de grado o cumplir funciones meramente administrativas.
Como concluye Gabriela Rodríguez, el/la bibliotecario/a escolar es docente, pero no docente de grado. Su espacio es la biblioteca y su materia es la palabra: fomenta la lectura, la escritura y la cultura, fortaleciendo la educación en todas las trayectorias escolares. Reconocer su función no es un gesto administrativo, sino un acto pedagógico y político que asegura derechos culturales y educativos.
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Esta nota continúa el análisis iniciado en «La «colaboración», esa vieja excusa».


