por Mariana Lagar (Secretaria Adjunta de SiTBA)
Podemos definirla desde lo legal como una asociación civil sin fines de lucro, fundada, gestionada y sostenida por la comunidad en la que se encuentra, y dirigida por una comisión directiva ad honorem renovable cada 2 años. Una organización comunitaria que funciona a partir del trabajo voluntario de muchas personas y se sostiene con la cuota regular que pagan sus socios. Tiene objetivos específicos vinculados con la lectura, la educación y la cultura.
Desde el punto de vista social es una institución que reúne a su alrededor a personas de todas las edades, con los más variados intereses, con el objetivo de dar o recibir información, arte y contención. Es por definición el lugar donde aprender ciudadanía, administrando con y para la comunidad sin otro fin que el bien común.
Cuentan con importantes fondos bibliográficos, asistiendo a los estudiantes en tareas escolares, y a los lectores con literatura variada brindando un servicio de lectura. Esa es apenas una de sus líneas de acción.
Suman a sus agendas la más variada oferta de actividades culturales y deportivas: inglés, computación, yoga, taller literario, Tai chi chuan, entre tantas. Algunas son aranceladas, con lo que completan sus magros recursos. Otras muchas gratuitas, abiertas a todo público, abarcando todas las edades: títeres para los más chicos, ciclos de cine debate para jóvenes y adultos, teatro a la gorra o exposiciones de artistas locales. Plástica, fotografía o telar tranquilamente pueden exhibirse en sus salones para deleite de los vecinos y reconocimiento de los creadores locales.
Por si fuera poco, desarrollan una tercera línea de actividades con eventos especiales. Ya sea celebrando un aniversario, inaugurando una nueva sección o presentando la muestra de los avances del año, preparan grandes fiestas con escenario abierto en las que la convocatoria se extiende no solo a los socios sino a la comunidad completa. Hace unas semanas vimos a la Biblioteca Rivadavia de Villa Ballester celebrar sus 100 años. No faltó la música, la actuación, los rincones de lectura, la venta de libros de editoriales independientes, una feria artesanal, comidas típicas, porque nadie de la zona quiere quedarse afuera.
Son tardes de corte de calle, préstamo de la plaza de barrio o el salón de usos múltiples bellamente decorados con globos, banderines de colores y mucha música a todo volumen, mostrando lo mejor de ese momento.
Los organizadores son los miembros de comisión directiva, los bibliotecarios, y sus familiares, los amigos, los conocidos que puedan aportar desde un equipo de sonido a un locutor experimentado, siempre en función de que «ese show» sea de excelencia y se recuerde por años…
Tuve la suerte de nacer muy cerca de una biblioteca popular y, desde que tengo memoria, he visto carreras de embolsados en la calle, funciones de títeres y clases de pintura para los chicos.
Una Biblioteca Popular es mucho más que una gran colección de libros con servicio de lectura gratuito. Es el lugar de encuentro por excelencia para buscadores natos: los que saben y los que no. Estudiantes en curso, jubilados, actores o poetas. Personas con inquietudes y talentos, o novatos queriendo aprender, sin discriminación alguna.
La alquimia que resulta es el sustrato básico para generar comunidad, para crear identidad.
Cuando vamos a esas fiestas a ver a nuestro hijo o amigo tocar con su banda y nos encontramos con aquella compañera de la primaria que no vimos más, con las madres que conocimos llevando los chicos a la escuela o las ex compañeras del taller de teatro, nos invade la emoción que marea sumada a la alegría colectiva de celebrar con otro. Es ese el preciso instante de fusión con tu entorno: el vecino músico, el profesor de salsa, el lector de cómics o el vendedor de pochoclo. Nos encontramos, nos reconocemos, reforzamos valores de amistad y solidaridad, pudiendo reaccionar juntos después frente a injusticias compartidas.
Hoy las Bibliotecas Populares atraviesan un muy difícil momento. Un decreto de necesidad y urgencia disuelve la CONABIP (Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares) como la conocemos. Le quita su autonomía, su carácter federal y los fondos que aporta la ley pasan a ser administrados por un funcionario.
Toda la vida trabajamos para crearlas, sostenerlas y desarrollarlas. Con muchas luchas se fueron logrando más y mejores beneficios. Nunca pensamos que nos tocaría salir a explicar por qué debemos defenderlas, ya que más de 150 años de existencia avalan con hechos su aporte invaluable para individuos y sociedades.
Como bibliotecaria descubrí una profesión y como directora vi a cientos de personas enfocando un destino. Actores de cine, escritores reconocidos, artistas plásticos y cineastas un día transitaron sus inicios en esa biblioteca popular, la misma que hoy pelea por su supervivencia.
No estamos dispuestos a dejar que suceda y junto al movimiento nacional de bibliotecas populares seguiremos empujando por darles vida, imaginando un futuro mejor.
El 6 de agosto la Cámara de Diputados dio media sanción al rechazo de los decretos firmados con facultades extraordinarias del Poder Ejecutivo. Para la anulación definitiva es necesario la sanción de senadores. Será un alivio inmenso para miles de familias porque estos decretos incluyen organizaciones de la cultura, de ciencia, jubilaciones, hospitales, entre tantos. Por lo tanto, la batalla no terminó.
Debemos continuar empujando, mostrando al público que no se ha enterado todavía que perdemos masivamente beneficios, derechos y más. Perdemos también esa capacidad de accionar libremente, con pensamiento propio, a partir de analizar críticamente la realidad.
Sarmiento las crea apostando en la fuerza de la comunidad unida. No permitamos que el odio, la falta de empatía y el egoísmo ganen, desintegrando no solo a las bibliotecas populares sino a los barrios, los pueblos y ciudades, arrastrando un modelo de desigualdad, pobreza e injusticia social.