Sobre trabajo y voluntariado

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Sobre trabajo y voluntariado

Escribe: José María Williams (afiliado de Campana, provincia de Buenos Aires)*

“La operación ‘recaída en la inmediatez’ permite concebir la relación entre la producción y la estructura, como una transposición en la que el orden de los componentes de la génesis se invierte en el de la estructura” (Samaja, 2004, p. 105). Lo considera un fenómeno clave por el cual, el resultado de un proceso, se presenta a la conciencia como punto de partida, borrando las huellas de su historicidad.

El voluntariado, ese peligroso camino hacia la solidaridad de diseño.

La concentración de estas acciones en las llamadas ONG (Organizaciones NO Gubernamentales), ya dice mucho como corrimiento del Estado (vale mencionar que su profusión es de los ‘90) , como deseo realizado del neoliberalismo, que extinguiendo los estados de bienestar por innecesarios después de la caída del Muro [de Berlín], evidenciando ex post que nada de generosidad o distribución le era propio sino en tanto dique de contención del ascenso de las masas en un mundo (o dos) donde coexistían el capitalismo y un intento fallido de socialismo por circunscribirse a un solo país y burocratizarse hasta el fracaso.

Por supuesto que la participación social es importante, pero ¿qué hay detrás si es rigurosamente diseñada (y hasta legislada) y con atribución de responsabilidad? Esto último no es participación social en sentido estricto sino captación de voluntades para desligar al Estado de sus responsabilidades.

Parafraseando a José Luis Segovia Bernabé, en Rosario, [la banda narcocriminal] Los Monos también son una ONG (o no tanto si se develaran sus vínculos con todos los estamentos públicos).

Si el propósito del voluntariado es actuar desde el altruismo en beneficio de sectores vulnerables o excluidos (o para calmar conciencias y liberarlas de culpa), cómo puede ser que esté legislado y se constituya en un tipo de actividad que, a excepción de la contraprestación dineraria (y no es un tema menor), por el compromiso de participación se articula como un trabajo.

¿Por qué se crea esta figura y no se permite a los excluidos (frecuentemente vituperados como “planeros”) ser sujetos de su propio destino y no receptores de altruismo privatizado? La misma lógica de las planillas de Excel, que esconden que un crecimiento del PBI es ajena a la suerte de los trabajadores y excluidos, explica también esa suerte de “división del trabajo solidario” que podría expresarse en: si trabajo en una ONG que asiste a ancianos no me pidan que me preocupe por la desnutrición infantil.

El neoliberalismo se encuentra concentrado en el reproche moral a sectores sociales y el control social de los excluidos. En nuestro país bastará con seguir las declaraciones y agenda del gobierno para encontrar que esas dos dimensiones son omnipresentes.

El voluntario encaja perfectamente en ese modelo de altruismo dócil, sumiso, obediente y, por supuesto, mano de obra barata. No se involucra en lo dialéctico, como mínimo no suele tener conciencia de clase y si lo hace por placer es porque pertenece a sectores medios (como mínimo).

Como bibliotecario, veo a las bibliotecas populares de Sarmiento, en algún sentido, como las ONGs del siglo XIX, esa época que nuestro actual presidente nos invita a reeditar y recrear como paradigma de desarrollo y crecimiento (por supuesto de las clases dominantes y el gran capital).

Progresistas en su origen, luego de la creación del Estado Nacional, se establecieron como instrumento de la burguesía para desplegar todo su aparato ideológico sobre la sociedad. Los obreros no asistían a las bibliotecas populares de la burguesía y creaban las suyas propias.

Recordemos que la Ley 419 de Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares se promulgó en 1870, en 1876 se desactivó por falta de fondos, se reactivó en 1908 por José Figueroa Alcorta y recién en 1919 el presidente Hipólito Yrigoyen dicta un decreto otorgándole atribuciones y facultades. No llamará la atención que bajo ese mismo gobierno y en enero de 1919 tuvo lugar la Semana Trágica y entre 1920 y 1922 la Patagonia trágica.

Pasó el siglo XX, las revoluciones, las grandes guerras, el ascenso y retroceso de la clase obrera, los dos mundos y el tercero cayeron con el Muro de Berlín y el neoliberalismo avanzó con toda su fuerza. Uno de sus escribas dictaminó El fin de la historia.

La historia no terminó pero en ésta vuelta a la Argentina el neoliberalismo, vuelve con toda su crudeza. Lo que lenguaraces de los ‘90 como [Mariano] Grondona y [Bernardo] Neustadt debieron elaborar como teoría del derrame y hasta la gestión 2015-2019, invitó a ver como una luz al final del túnel, hoy habla de justicia social y derrame como robos inmorales a los pobres ricos.

Volviendo a las bibliotecas populares, en mi experiencia me tocó trabajar algunas de las más tradicionales, culturalmente, las más siglo XIX, si se me permite el rótulo y también en las que surgieron o se recrearon a partir del argentinazo en 2001. Estas bibliotecas populares que son referentes y faros barriales, tanto de las actividades tradicionales, como las nuevas dimensiones culturales, sociales y de defensa de derechos de los sectores oprimidos. Con esas bibliotecas me identifico más, tuve la suerte de trabajar en la 20 de diciembre de Escobar.

 Ahora surgió este movimiento de Bibliotecas Populares en Lucha que se autoorganizaron y llegaron al plenario de comisiones como unos protagonistas más del derribo de la Ley Ómnibus.

Pero en esta lucha mi deseo es que estén los trabajadores, que en las bibliotecas populares haya bibliotecarios que se formaron durante tres años trabajando y contribuyendo con sus saberes. No quiero voluntarios haciendo el trabajo bibliotecario en ninguna biblioteca y mucho menos en las populares, y no hay dudas que la vuelta al voluntariado es un propósito de ésta gestión, recordemos que no es ninguna casualidad que en la Ley Ómnibus en el capítulo dedicado a CONABIP se mantenían todos los requisitos de la Ley 23.351 pero se excluía la necesidad de trabajo profesional y métodos de procesamiento.

Los trabajadores bibliotecarios deben ser parte esencial en las bibliotecas populares, y la lucha conjunta de trabajadores y dirigentes es el mejor camino para vencer el ajuste y la destrucción neoliberal de las organizaciones culturales.

* Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad exclusiva del autor.

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